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Un refugio donde el diseño y la calidez se encuentran.

En este proyecto, la cocina y el salón se funden en un único espacio que respira armonía, equilibrio y personalidad. La protagonista indiscutible es la pared de ladrillo visto, recuperada y restaurada para revelar la historia del edificio. Su textura artesanal contrasta con la pureza de la cocina blanca, de líneas limpias y superficie impecable, creando un diálogo entre lo antiguo y lo contemporáneo.

Cada detalle está diseñado para disfrutar: cocinar, compartir, conversar… vivir.
Un interior que demuestra que el confort no está reñido con la elegancia, y que la belleza puede nacer del contraste entre lo esencial y lo auténtico.

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